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El SÉPTIMO DE CABALLERÍA
3 décembre 2015

EL FROILANISMO ES EL NUEVO SITUACIONISMO

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La defensa de la literatura más ardorosa y mejor razonada se la escuché a un político. Víctor Manuel Vázquez Portomeñe presentaba en Lugo un libro de su mujer, Otilia Seijas. La autora había escrito Viudas de vivos (Edicións do Castro) en clave de rosalianismo tardío para denunciar la soledad que padecían las señoras de señores con cargo público. Portomeñe era entonces responsable de un departamento que se llamaba Consellería de Cultura. Supongo que les suena.

En la antesala de la presentación, Vázquez Portomeñe se detuvo en la deferencia de saludar a la prensa. El exconselleiro no es muy alto, pero crece cuando habla porque inclina el pecho para atrás y mueve los brazos con ampulosidad. La ondulación de pelo blanco sobre la cabeza me llevó a imaginarlo como Cicerón increpando a Catilina en el Senado romano: «¿Hasta cuando vas a abusar de nuestra paciencia, Catilina?»?. Portomeñe no abusó de nuestra paciencia; al contrario, fue una delicia saborearle la ironía. «La literatura es un gran invento. Mantiene entretenidas a las mujeres escribiendo y los hombres podemos ir de caza», apuntó para celebrar su carrera literaria consorte.

Es habitual que los políticos se sientan atraídos por la literatura. Tienden a exhibir que una capacidad para leer novelas que incluso extienden a la capacidad para escribirlas. Los socialistas son los más inclinados a ficcionar. No lo apunto como un chiste: Alfredo Conde o Carlos Casares se sentaron en los banquillos de O Hórreo en el nombre del PSOE.
En el asomo de este verano que se marchó, el diputado socialista Xaquín Fernández Leiceaga publicó Agosto de memoria y muerte (Xerais) y Luis Manuel García Mañá acaba de presentar su quinta novela, Por que las sombras tienen ojos (Xerais). Amigos de Ourense me cuentan que el libro de García Mañá están siendo comprado a pares por los seguidores de Pachi Vázquez, que ansían conocer el candidato del PSdeG al Senado por su provincia.
Leiceaga y Mañana son ejemplos de solidez intelectual. Los hay también en otros partidos. Incluso van al Parlamento Gallego. Carme Adán domina el pensamiento feminista, la amplitud del conocimiento literario de Pilar García Negro no es dudable y Pedro Puy representa una garantía en economía y en derecho. De no ser por ellos y algunos otros, yo relacionaría O Hórreo con la imagen de aquel conselleiro de Fraga que afirmó en un pleno: «Una vez leí en un libro...». Un grito opositor lo interrumpió: «Mentira! Di el título!».
En fin, el nivel de lectura comprensiva de nuestros diputados es manifiestamente mejorable. Se nota en la tribuna, aunque Beiras eleva el promedio con la prodigiosa oratoria que muestra en cada performance parlamentaria. A Beiras lo salvó el paso por La Sorbona, donde tradujo el teatro existencialista. Apuesto la que leyó La sociedad del espectáculo (Pre-Textos, 2005), un ensayo de Guy Debord que fue clave para el situacionismo. En ese libro, Debord define el leitmotiv del político compostelano: «Todo lo que una vez fue vivido directamente se convirtió en una mera representación». Beiras ya vivió todo en política y ahora disfruta de su epílogo.
El resto de los parlamentarios se va defendiendo a base de tópicos, frases vacías y pedanterías que trituran el sentido de las palabras. Deberían informarse por Patrick Marcolini de que «los gobernantes, partidarios de la orden, pueden encontrar en un tratado como La sociedad del espectáculo, escrito para servir a un trabajo revolucionario, pistas para seguir manteniéndose en el poder».
Al comprobar que hay políticos que se animan a escribir novelas, los intelectuales se animaron a ejercer la política. Como se Galicia fuera el escenario de un docushow cómo Me cambio de familia. Yo pensaba que tener lecturas y dos títulos de poesía publicados no habilita para opinar sobre el dique flotante de Ferrol o sobre la renta de integración social, pero debo de estar confundido.
También pensaba que la única partícula del universo que se puede dividir hasta el infinito es la izquierda gallega, pero nacieron movimientos contrarreformistas que buscan unificarla. El resultado fue positivo. Donde había catorce partidos pequeños vamos a tener dos pequeñas candidaturas: una promovida por la Iniciativa pola Unidade y otra por Encontro Ciudadán. Las caras recoñecibles en ellas son Xosé Manuel Pereiro y Marilar Aleixandre. Ninguno de los dos ejerce la política a tiempo completo.
Los políticos con dedicación exclusiva acabaron por asumir que camuflan el lenguaje con tanto cuidado que la sociedad pasó de no comprenderlos a ignorarlos. Guy Debord auguraba en La sociedad del espectáculo que «la conversación está casi muerta y pronto también morirán los que sabían como hacer uso de la palabra». Buscaron alguien que renovara su lenguaje gastado y pensaron en los intelectuales; que, otra cosa no, pero vocabulario tienen como para una boda. El cambio se produjo entre los partidos más necesitados de votos, lo que llaman en la Radio Galega «la izquierda rupturista». Tras el escenario del rupturismo no paro de encontrar los mismos coroneles de zarzuela y revolucionarios con chaqueta que dirigen la tramoya de la izquierda nacionalista gallega desde hace décadas.
Fue una lástima que no hubiera candidatura de unidad popular -se entiende por popular como la quinta parte de los votantes- porque los intelectuales vienen de largar su manifiesto semanal.
Los únicos capaces de comprender el estado de las cosas en nuestro país fueron los partidarios de Froilán III, que piden la corona para el sobrino del rey Felipe. Ellos entienden que vivimos en la política del espectáculo y anda recreándola con humor. Debord los reconocería cómo nuevos situacionistas. Espero que presenten candidatura. Que cuenten con un voto.

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