LA LUZ

Acisclo Manzano me confesó que era comunista hasta que descubrió la luz. Conversamos una tarde en la que un sol mediterráneo y cálido descendía sobre Lugo. No, no piensen que el escultor ourensano había tenido una revelación metafísica. Ni siquiera en el sentido en el que mi abuela Aurora Zaldibar -melómana, católica y peneuvista-, me advertía contra La internacional: "La música es preciosa, pero lo que tiene detrás...". Fue más bien unha constatación de que la belleza era un objetivo más inmediato y alcanzable que ayudar a ponerse en pie a la famélica legión. A pesar de ser escultor, Acisclo tardó un buen trecho de su vida en darse cuenta de que Fidias logró algo imposible para un marxista: un control absoluto sobre algo. Es cierto que los comunistas se empeñaron en controlar la realidad humana y social en una concepción global, y que Fidias se contentó con controlar la luz. El cantante francés Serge Gainsbourg se conformaba con ser "el chulo judío" y con domesticar la luz. Las caballerizas más famosas del mundo, el 5 de Rue Verneuil, que transformó en su vivienda estaban pintadas de negro absoluto. El músico lo imitó de aquel apartamento parisino de Salvador Dalí, al que lo condujo unha secretaria dun amigo del pintor. Hay algo que une a Acisclo, Salvador e Serge en ese empeño por administrar la luz. Pasolini lo explicaba a su modo marxista: "No quiero desacralizar las cosas, eso es burgués. Quiero resacralizarlas".