
A Nicolás Maduro no le gusta la democracia. Bueno, tampoco es preocupante. Roger Stone dejó de creer en ese sistema hace tiempo y a mí, si se me permite, no me entusiasma. A Nicolás Maduro no le gusta un carallo la democracia porque ese modelo cuestiona su estancia de hotel con pulsera en el poder. Si algún día cede a su magnofilia y convoca otras elecciones libres puede volver a perderlas. Y la finalidad de las urnas no debe ser que se vaya, evidentemente; sino confirmarlo en el puesto. Maduro no se envuelve...
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