
El carnicero estaba guillotinando una gallina llamada María Antonieta y una clienta, ya con ropa de alivio de luto, encendía a otra: "Pois eu non sentín nin unha badalada por ela" ("Pues yo no escuché ni una campanada por ella"). En Ribadeo, como en otros pueblos centroeuropeos, las campanas todavía responden a la pregunta de Hemingway y doblan por los muertos. Al carnicero se le murió la gallina; a las señoras, alguien que no conozco, y a mí, Jeanne Moreau. Estaba bañándome en medio de la ría, que tiene el...
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